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Matrimonio a la moda (II): del dinero y otros demonios

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¡Hola de nuevo!
Antes que nada quiero excusarme por tardar tanto en actualizar últimamente. La verdad es que apenas tengo tiempo para hacer nada pues estoy tan liada con mis prácticas, estudiando el máster, yendo a clase, empezando a escribir una novela e ilustrando un libro de cuentos que apenas tengo tiempo de vivir en el mundo real… ¡Así que imaginad en el 2.0!  Además… me resisto a actualizar simplemente con una imagen o una frase moñas. Por eso os pido perdón a los lectores, que me alegráis el día con vuestros comentarios acerca de lo que escribo, porque estos dos últimos meses tardo más tiempo en subir nuevas historias. Eso no significa que el blog vaya a quedar abandonado… ¡ni mucho menos! Solamente que hasta junio estaré peleando por cada hora libre, y tanta faena me descoloca.

¡Casi me olvido! Os invito a que os paséis por mi twitter porque estoy haciendo un esfuerzo en un proyecto personal, en el que descubro nuevos artistas que me han impactado, emocionado o interesado… y los comparto. Empecé con creadores como Dino Valls, Nanda Correa o Audrey Kawasaki, pero cada vez encuentro más y más talentos maravillosos navegando por la web que me inspiran para el resto del día. ¿Cuáles os inspiran a vosotros?

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En la anterior entrada comentábamos los tres primeros cuadros de la serie ‘Matrimonio a la moda‘ de Hogarth. ¡No leáis esta entrada sin haber leído la anterior, que os llevaréis a casa un spoiler calentito!

4. El despertar de la condesa

about 1743¿Qué podemos ver en este cuarto cuadro? Bueno, parece una fiesta de sociedad o algo así, ¿verdad? Este acto social se llamaba ‘le toilette’ y consistía en recibir a a amigos íntimos y familiares en tu dormitorio mientras los criados te arreglaban, te cepillaban el pelo y te quitaban las legañas. Las damas eran peinadas, maquilladas y engalanadas con lujosos complementos, y acudir a una de estas citas de aseo presuponía una cercanía y una confianza que no todos podían disfrutar, por lo que se consideraba un signo de distinción. En este cuadro, los invitados beben chocolate y disfrutan de la música de un flautista y un cantante castrati, que disimula su pérdida con ropa lujosa y tiene loquita a la dama pelirroja. 
4.la condesa y el abogado

Yendo al grano, en esta pintura vemos a la protagonista del cuadro: la mujer castaña vestida de amarillo y blanco es la esposa de nuestro querido pederasta putero. Vemos que es a ella a la que están peinando, así que esta es su habitación. Si nos fijamos en el respaldo de su silla, vemos que cuelga de ella un sonajero de época, que nos confirma que ya ha sido madre.
Y parece estar muy a gustito ni más ni menos que con… ¡El abogado del primer cuadro! Esto es un culebrón. Por su forma de sentarse evidencia una superioridad con respecto al resto de invitados, pues está casi rozando a la condesa. Sí, habéis adivinado, al final se lo echó de amante. Le está enseñando las dos entradas que ha comprado para un baile de máscaras, para ir juntos ocultados tras el disfraz sin que nadie los reconozca. 

¿Más pistas en el cuadro de que la condesa y el abogado Lengua de Plata están liados? Bueno, podéis observar los cuadros que decoran el dormitorio, que muestran escenas mitológicas de Zeus en forma de águila a punto de frungirse a una mortal, y otras pinturas de temática erótica4.cuernos

Pero la mejor de todas las pistas es la del niño pequeño con turbante hindú que se parte de risa con las antigüedades que la condesa tiene por casa (y que parece haber adquirido en una subasta porque todavía tienen el precio puesto). Entre ellas destaca una muy especial, un hombre con cabeza de ciervo y, obviamente, los cuernos. Cuernos que evidentemente hacen referencia a los que tiene el marido.

Vamos, que ella tampoco ha perdido el viaje. Aunque la hayan casado con un hombre que no ama, que está enfermo de sífilis por juntarse con prostitutas, que ha seducido a una pre-adolescente para acostarse con él y la ha contagiado de venéreas. El papel del sonajero podría hacer referencia a que, en aquella época, tener hijos era obligación de la mujer (como si fuéramos yeguas de cría). Ahora que la protagonista ya ha cumplido su papel, se puede permitir estar con otros hombres a espaldas de la sociedad. ¿O quizá el hijo que han tenido es del amante? Intrigas, intrigas…

5. El asesinato del conde

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Sabíamos que esta historia no podía acabar bien. ¿Qué pasa aquí? Pues que el conde ha pillado a la condesa en el ajo con el amante, y ella se arrodilla para pedirle que la perdone… Pero ya es demasiado tarde. Vemos cómo el abogado Lengua de Plata se escapa vilmente por la ventana, con el culo casi al aire por debajo del camisón. En el suelo, entre mantas desordenadas, podemos ver las máscaras del baile al que la había invitado. Por la puerta entra una marabunta de personas que parecen estar preguntándose «¿a quién tenemos que pegar
5.asesinato

Obviamente el conde, viendo insultado su honor al descubrir a su mujer en la cama con otro (menuda ironía…) se ha envalentonado y ha sacado la espada… pero el amante ha sido más rápido y de una estocada se lo ha cargado antes de huir. Todavía podemos ver la espada ropera de Lengua de Plata manchada de sangre hasta la mitad de la hoja, así que lo ha atravesado de parte a parte perforándole el pulmón.

Vemos al conde el instante antes de morir, desplomándose sobre una mesa y exhalando su último aliento, con la piel cadavérica y las rodillas que no lo sostienen. Cae hacia atrás lentamente, y ha soltado su arma.

A mí me llama la atención también el cuadro que aparece tras ellos, una mujer pechugona y descarada con algo que parecen símbolos fálicos en las manos… pero tras la pared hay pintadas unas piernas, como si el cuadro estuviera ocultando algo, otra figura masculina. No he podido encontrar qué significa, pero se me ha ocurrido que representa a una prostituta, que es cómo va a ver la sociedad a partir de ahora a nuestra protagonista. Simboliza la pérdida del honor y la imagen que tendrán a partir de ahora la corte y la aristocracia de la condesa díscola.

6. La muerte de la condesa

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Y por fin llegamos a la última pintura de esta serie de Hogarth, en la que vemos una escena triste. La viuda se ha suicidado con veneno, pues su amante ha sido condenado a muerte y ejecutado en la horca, de lo que ella acaba de enterarse mientras desayunaba (vemos que está la mesa puesta, y el mantel manchado como si la mujer hubiera dejado caer el cuchillo con mantequilla de la impresión) por el diario que encontramos tirado en el suelo junto al frasco de veneno. Dos cotillas (los hombres de la derecha) señalan la noticia y comentan por lo bajini la escena dándose codazos, dando a entender que todo Londres se ha enterado del escándalo. Casi podemos oírlos chismorrear. 6.muerte de la condesa

En torno al sillón donde yace el cadáver de nuestra protagonista vemos a la hija del matrimonio intentando abrazar a su madre muerta, y siendo apartada con asco por la vieja niñera. Este efecto dramático se intensifica al comprobar que la pequeña no sobrevivirá: en su rostro destaca la mancha de sífilis, herencia del padre. Además, si nos fijamos en sus piececitos, vemos que tiene las piernas deformes y para que pueda aprender a andar le han puesto hierros. En el Londres de 1740 solamente el 25% de los niños llegaban a la edad adulta… y esta niña no lo hará.

El padre de la protagonista, con cara de tristeza y hastío, le quita el caro anillo de compromiso del dedo para quedárselo él. De nuevo demuestra que se preocupa más por el dinero y la posición social que por quienes le rodean (como al casar a su hija con un desconocido sin preocuparse por los sentimientos de ellos). Hogarth denuncia de nuevo que la mujer era simplemente un instrumento para alcanzar posición social y riqueza.

En mitad de la confusión, un perro famélico se abalanza sobre la comida que hay encima de la mesa, aprovechando los últimos despojos de la tragedia.  

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Las series de Hogarth son las predecesoras del cómic tal como lo conocemos, y destacan por ser creadas por el primer pintor de Inglaterra sin una formación clásica y académica. Se interesaba por la sociedad de su tiempo más que por los temas de la antigüedad que estaban tan de moda en la época. Para crear estos cuadros satíricos se basaba en la cultura general de sus clientes, sus gustos y sus prejuicios, y los plasmaba en lienzos para que el público viera reflejado su estilo hipócrita de vida.

Obviamente, a William Hogarth le costó mucho trabajo vender estos seis cuadros, y se ganó el odio de las clases altas de Londres.