Pero quizá su cuadro más representativo de estos años de Academia fuera «Viene a estas arenas amarillas«, donde una espectral cabalgata de hadas baila en una playa a la luz de la luna:
Hasta aquí todo era magnífico, incluso a pesar de que a Richard se le había subido un poquito el éxito a la cabeza y había empezado a obsesionarse con correr aventuras como las de los protagonistas de sus cuadros.
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Y en este punto empieza la historia. cuando el artista cumplió los 25 años, Sir Thomas Phillips (un ricachón de la zona), decidió hacer el gran viaje de su vida: el Grand Tour por Europa y Oriente Medio que estaba tan de moda. Sabiendo de las ansias de aventura del pintor y viendo la oportunidad de añadir nuevas obras a su colección de pintura, decidió llevárselo como dibujante para que le inmortalizase en lienzo los sitios que iban visitando, para fardar después ante sus colegas. Richard Dadd se apasionó con la idea, obviamente aceptó y salieron de Londres llenos de ilusión. Todo fue bien al principio. Atravesaron Grecia, Turquía, Palestina y Jerusalén, pero a Sir Thomas Pillips le apetecía continuar su viaje por el Nilo y descubrir los misterios de Egipto. ¡Y vaya si los descubrieron!
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Cierto día en El Cairo, el pintor y su mecenas se unieron a un grupo de hombres que estaban fumando opio en las famosas narguile o pipas de agua. Y se lió la cosa.
– ¡Vamos a probar, Richard! – seguro que dijo el aristócrata- ¡Vamos a probar y nos echamos unas risas!
El caso es que Richard Dadd, mientras fumaba, empezó a oír voces. Como al principio no entendía muy bien el lenguaje que oía se agarró a la pipa para fumar ininterrumpidamente durante 5 días con sus noches, a ver si entendía algo más. El asunto es que tanto opio acabó por ocasionarle trastornos en el cerebro. Resultado: empezó a charlar con el dios Osiris y a ponerse violento. El dios egipcio, que según el mito murió desmembrado, le había hecho un encargo desde el más allá, a través del lenguaje de la pipa. Dadd tenía ahora una misión que cumplir.
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En un principio pensaron que le había dado una insolación, que ya se le pasaría la tontería y se reirían de aquello. Continuaron el viaje pero el muchacho seguía erre que erre, que el dios Osiris hablaba en su oído porque le había elegido como emisario y que debía realizar una tarea sagrada. Total, que visto lo visto su jefe decidió volverse para Europa cagando leches. Eso sí, pasando antes por Italia y el Vaticano, y de paso Richard le retrataba La Santa Sede antes de ir a casa. Y si había suerte veían hasta al Papa.
.¡Pues suerte hubo! El Papa estaba en una de sus apariciones públicas cuando finalmente, en 1843, visitaron la Santa Sede. Pues a Dadd le dio el ataquito y empezó a farfullar que tenía que matar al Papa Leo XIII porque era un emisario de Seth (dios egipcio del Mal y las Tinieblas). Su compañero de viaje se cagó en los calzones, lo despidió y lo envió de regreso a Inglaterra.
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Cuando llegó a Reino Unido lo examinaron los médicos, que aconsejaron a su padre internarlo una temporadita en el manicomio, pero él se negó y se lo llevó a vivir al campo para que respirase aire fresco. Ya se sabe que los encantos de lo bucólico servían para sanar el alma, como se decía en la época. Pero no debió surtir mucho efecto porque ese mismo año Richard le pidió a su padre que le acompañase de excursión a Cobham, para poder hablar sobre sus problemas y desahogarse.
.Después de cenar juntos en la posada, fueron a dar un paseo por el parque y aprovechando que estaba oscuro y no había nadie cerca, Richard saco un machete y lo asesinó. Después procedió a desmembrar su cuerpo -como en la mitología egipcia había hecho Seth-. Aparentemente, Osiris había vuelto a comunicarse con él y le había dicho que su padre era en realidad el diablo. También debió recomendarle que huyese inmediatamente a Francia para que no lo arrestara la policía, y allí que se fue.
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En el viaje de Calais a París, Richard volvió a oír a Osiris e intentó degollar a un pobre pasajero que iba con él y que -según decía la voz- era otro de los enemigos del dios. Por suerte, el hombre pudo zafarse y Dadd acabó arrestado por la policía francesa. Entre sus pertenencias encontraron una larga lista de personas que Richard debía asesinar para calmar a Osiris, entre las que se encontraban personalidades como el Papa (de nuevo) o el Emperador de Austria. Su propio padre aparecía encabezando la lista.
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Enseguida fue internado de por vida en el State Criminal Lunatic Asylum, donde dio por terminada su misión con el dios egipcio -que no su relación-, y se dedicó completamente a su oficio de pintor bajo la atenta supervisión del personal médico del sanatorio. Tenía 27 años. Allí comienza la ejecución de “El golpe maestro del leñador-duende”, una pintura relativamente pequeña (54 x 39 cms.) en la que estuvo trabajando durante nueve años sin interrupción.